MITOS GRIEGOS
SOBRE LA TIERRA Y EL AGUA
Neptuno
En la mitología griega, el Dios del agua es Neptuno.
Vive en el agua y es inseparable de sus caballos. Con sus emociones puede
provocar grandes tormentas, oleajes mortíferos y tempestades, por eso, nadie se
atreve a provocarlo sin un importante motivo. El
gran dios del mar que reinaba sobre los mares y todos los medios acuáticos, era
hijo de Cronos y de Rea, y hermano mayor de Zeus.
Gea
Gea es la madre Tierra de donde
surgen todas las razas divinas. Ella nace después de Caos y antes de Eros (el
Amor). Ella sola engendró a Urano (el Cielo) que la cubre al igual que Ponto
(el mar).
Después se une con Urano y da a luz
a los seis titanes: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Japeto y Cronos. También tuvo
a las seis titanes: Tía, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis (madre del héroe
Aquiles). Después nacieron los cíclopes, divinidades relacionadas con el rayo y
el trueno. Por último nacieron los Hecatonquiros, seres de cien brazos,
gigantescos y violentos.
Con el tiempo, Gea se convirtió en
la madre universal, y conforme el mundo helénico personificaba a sus dioses, la
tierra se encarnaba en divinidades como Démeter o Cibeles, y la tierra como
elemento abandonaba la mitología.
CUENTOS
SOBRE EL MEDIO AMBIENTE
El árbol
que no tenía hojas
Era un árbol tan feo, tan feo, que no tenía
hojas. Estaba solo en el campo y nunca había visto otro árbol. Por eso no sabía
que los árboles tienen hojas. Y tampoco sabía que él era tan feo. Pero un día
oyó decir a unos niños:
-¡Vaya porquería de árbol!
-No sirve para nada.
-Ni siquiera tiene hojas.
Entonces se puso triste porque se enteró de que era feo. Y le dijo al Sol:
-Tú que eres tan poderoso, ¿puedes darme hojas?
El Sol le contestó:
-Yo no puedo dar hojas a las árboles. Vete tú a buscarlas.
Y el arbolito dijo:
-No puedo. Mis pies están clavados en el suelo.
Otro día dijo al Viento Gris:
-Tú que eres tan poderoso, ¡dame algunas hojas!
Y el Viento Gris le contestó:
-Yo sé quitar las hojas de los árboles, pero no sé cómo se ponen. No puedo
ayudarte.
Pasó la Lluvia y el árbol le dijo:
-Señora Lluvia, mis pies están clavados en el suelo. ¿Puedes traerme algunas
hojas para adornar mis ramas?
Y la Lluvia le contestó:
-Yo no puedo darte hojas. Yo sólo sé llorar. Voy a llorar por ti.
La Lluvia se alejó, llorando.
-¡Ay, Señor, qué desgracia! ¡Un arbolito que no tiene hojas!
El pobre arbolito sin hojas se quedó aún más triste. Y decía:
-He acudido a los más poderosos y no me han ayudado. ¡Ya nadie podrá ayudarme!
Pero un buen día dijeron los niños:
-¡Vamos a adornar este árbol!
Trajeron papel de colores: rojo, verde, azul, amarillo... Y lo cortaron en
pedacitos y lo fueron pegando en el arbolito. Y al cabo de un rato el arbolito
quedó lleno de hojas. Hojas azules y rojas, hojas amarillas y verdes.
Y pasó el Sol y se quedó un rato largo mirando, porque nunca había visto un
árbol tan hermoso.
Pasó el Viento Gris y se paró en seco:
-¡Vaya con el arbolito! ¡Qué hojas tan bonitas ha encontrado!
Y el Viento Gris dio una vuelta para no arrancarle ninguna.
Pasó la Lluvia, y al ver aquellas hojas rojas, azules, amarillas y verdes, se
le cortaron las lágrimas y dijo:
-¡Qué pena! ¡Ya no podré llorar más por este arbolito!
Y la señora Lluvia se marchó con sus lágrimas a otra parte.
Luego vinieron los niños y bailaron en torno al arbolito, que ya estaba muy
contento con sus preciosas hojas.
NOVELAS y MEDIO AMBIENTE.
Sotileza
Sotileza es una novela del escritor cántabro
José María de Pereda en el año 1884. Se desarrolla en el Santander marinero de
principios del siglo XIX, centrándose en los amoríos que suscita su
protagonista, Silda, una joven huérfana que es acogida por un matrimonio de
marineros de la calle Alta. Teniendo en cuenta que la sotileza es el nombre con
que se conoce la parte fina del hilo del aparejo en la que se ata el anzuelo,
es precisamente el marido quien, encandilado por el salero de la niña, decide
apodarla Sotileza:
<< Y lo que yo le digo a Sidora cuando
me empondera la finura de cuerpo y la finura de obra del angeluco de Dios:
"esto, Sidora, no es mujer, es una pura sotileza...". ¡Toma!, y que
así la llamamos ya en casa: Sotileza arriba y Sotileza abajo, y por Sotileza
responde ella tan guapamente. Como que no hay agravio en ello, y sí mucha
verdá... ¡Uva!>>
Sotileza. Descripción de una galerna…
A Andrés le parecían siglos los
minutos que llevaba corridos en aquel trance espantoso, tan nuevo para él; y
comenzaba a aturdirse y a desorientarse entre el estruendo que le ensordecía;
la blancura y movilidad de las aguas, que le deslumbraban; la furia del viento
que azotaba su rostro con manojos de espesa lluvia; los saltos vertiginosos de
la lancha, y la visión de su sepultura entre los pliegues de aquel abismo sin
limites.
Sus ropas estaban empapadas en el agua
de la lluvia y la muy amarga que descendía sobre él después de haber sido
lanzada al espacio, como densa humareda, por el choque de las olas; flotaban en
el aire sus cabellos goteando, y comenzaba a tiritar de frío.
Ni intentaba siquiera desplegar sus
labios con una sola pregunta. ¿Para qué esta inútil tentativa? ¿No lo llenaban
todo, no respondían a todo cuanto pudiera preguntar allí la voz humana, los
bramidos de la galerna?».
POESÍA y MEDIO AMBIENTE.
La poesía trata de muchos y variados temas. A
lo largo de la historia ha habido miles de poesías sobre el medio ambiente,
entre las que podemos destacar algunas como las del Renacimiento, representadas
por Garcilaso de la Vega, los poetas
neoclásicos o los autores modernos, como los de
la Generación del 27, entre otros.
Soneto
XXIX- Garcilaso dela Vega
Pasando
el mar Leandro el animoso,
en amoroso fuego todo ardiendo,
esforzó el viento, y fuese embraveciendo
el agua con un ímpetu furioso.
Vencido
del trabajo presuroso,
contrastar a las ondas no pudiendo,
y más del bien que allí perdía muriendo,
que de su propia muerte congojoso,
como
pudo, esforzó su voz cansada,
y a las ondas habló desta manera
mas nunca fue su voz de ellas oída:
«Ondas,
pues no se excusa que yo muera,
dejadme allá llegar, y a la tornada
vuestro furor ejecutad en mi vida».
Locus
amoenus
Locus
amoenus (en latín, lugar idílico) es un término
literario que se refiere a un lugar idealizado de seguridad o confort. Es
usualmente un terreno bello, sombreado, de bosque abierto, a veces con
connotaciones de Edén. Significa lugar apartado del ruido, las
tentaciones...cuando hablamos de dicho concepto nos referimos a un tópico de la
literatura clásica latina, utilizado especialmente durante las épocas medieval
y renacentista, que podemos entender mejor acudiendo a la definición de Ángel
González, que explicaba el tópico de ‘locus amoenus’ como un “lugar propicio para
el amor”, para el disfrute, para el gozo.
En la Edad Media también es frecuente su
mención. En los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo se
describe un maravilloso prado lleno de fuentes y verdor. Es uno de los ejemplos
más notables de este concepto en la literatura española.